La casa que os traemos hoy desprende, se mire por donde se mire, un encanto muy especial. Esto suele ocurrir cuando vemos una vivienda ubicada en un espacio diferente al que estamos acostumbrados a ver. En este caso nos sorprenden los techos tan altos, las líneas diagonales en los extremos superiores de las paredes, las dobles alturas y el espacio tan grande y abierto. Lo que hoy es una casa de lo más coqueta, dulce y femenina, años atrás fue una antigua iglesia. ¿Pasamos a verla?

Diseñar y decorar esta casa tuvo que ser todo un reto. Crear un entorno tan acogedor y delicado en un espacio tan grande y abierto no es tarea fácil. ¿Cómo se consigue? Echando mano a una paleta de colores pasteles, suaves y románticos, utilizando unos cuantos metros del papel pintado más cuco, agradable y floreado y dando protagonismo a textiles gustosos y acogedores y a las fibras naturales.

Las líneas rectas, los muebles y suelo de madera natural y la luz procedente de todas las ventanas que rodean la casa crean una atmósfera de completa paz y sosiego. Por el día, la luz está asegurada pues la casa está rodeada de bonitos ventanales. Por la noche se encargan de esa función las lámparas tan bonitas que vemos repartidas por las habitaciones.

Los colores, la disposición de los elementos y, en definitiva, la decoración es de lo más agradable para nuestros ojos. Nos transmite ternura, sensibilidad y feminidad. Una casa perfecta para ser feliz y dejar fuera todo lo negativo, ¿verdad?

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